miércoles, 24 de abril de 2013

El papa Francisco afirma que la Iglesia no es una ONG


ROMA – Para el papa Francisco «la Iglesia no es una organización burocrática sino una historia de amor», según lo afirmó en la homilía de su misa de las siete de la mañana en la Casa Santa Marta, a la que asistieron empleados del banco vaticano IOR.
El Papa manifestó no saber «si Dios Padre ha tenido una idea», pero sí que «ha tenido amor, y ha comenzado esta historia de amor» que es la Iglesia. Por eso, «nosotros, mujeres y hombres de Iglesia, estamos en medio de una historia de amor. Cada uno de nosotros es un anillo en esta cadena de amor. Y si no entendemos esto, no hemos entendido nada de lo que es la Iglesia».

Sus palabras eran muy claras y constituía todo un programa de renovación y reforma de la Curia. Para que no quedasen dudas, Francisco añadió que «cuando la Iglesia se pone a presumir de su importancia, y crea organizaciones y cargos, y se convierte en burocrática, pierde su naturaleza principal y corre el peligro de convertirse en una ONG».

Con gran energía, el Papa advirtió que «la Iglesia no es una ONG, es una historia de amor». Fingiéndose sorprendido por la presencia de los funcionarios del banco del Vaticano, Francisco añadió: «…pero si están aquí los del IOR. ¡Perdonadme!». Y dirigiéndose a ellos dijo: «Todo es necesario. Las oficinas son necesarias ¡Que le vamos a hacer! Pero son necesarias sólo hasta cierto punto, como una ayuda a la historia de amor. Cuando la organización toma el primer puesto, el amor se desploma, y la Iglesia se convierte en una ONG. Este no es el camino».

El Papa ha emprendido, en buena parte con el ejemplo, un cambio cultural de gran envergadura en la Curia romana hacia actitudes de sencillez y servicio. Para completar su idea, comentó que «en esta misa hay numerosas mamás. ¿Qué os parece si alguien os dice: ah, usted es la organizadora en esta casa? ¡No: yo soy la madre! Pues la Iglesia es madre y nosotros somos una familia».

Tres horas después, en la audiencia general de los miércoles, Francisco ponía esas ideas en práctica derrochando afecto a los niños, los enfermos y un número asombroso de fieles: más de ochenta mil.

Su catequesis abordó el juicio final, uno de los últimos capítulos del «Credo», pero lo más entendido y aplaudido fueron sus siete improvisaciones para recalcar algunos puntos de su discurso. Así, por ejemplo, afirmó que «la vida del cristiano es una vida feliz. ¡Es una vida alegre, no es una vida triste!». Con la misma energía dirigió una advertencia: «Un cristiano que se cierra en sí mismo, que esconde todo lo que el Señor le ha dado, no es un cristiano». En español añadió: «¡no queremos cristianos dormidos!».

Su discurso incluía una llamada a la responsabilidad en medio del desastre económico: «En este período de crisis, es importante no cerrarse en uno mismo, enterrando el propio talento, sino abrirse, ser solidario, estar atento a los demás».

Y a ese servicio convocó de modo especial a los jóvenes, con quienes entablo un diálogo que terminó con una llamada a la generosidad: «La vida no nos ha sido dada para nosotros mismos

sino para que la donemos. ¡Tened un alma grande! ¡No tengáis miedo de soñar cosas grandes!».

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