jueves, 11 de febrero de 2010

EL NOVENO MARTIR DE UCHURACCAY

El noveno mártir de Uchuraccay

(Por: Ernesto Chávez) En 1983 el periodista Luis Morales Ortega luchó para esclarecer la masacre de los periodistas y el SIN ordenó matarlo en 1991.

Se enfrentó al general EP Clemente Noel, entrevistó a los comuneros de Uchuraccay, aprovechando que era quechuahablante y puso el dedo en la llaga, ganándose el odio de los militares involucrados en violación de los derechos humanos.

Sus enemigos no tuvieron mejor respuesta que condenarlo por su ideología marxista y, cuando fue asesinado en 1991, no repararon en difamarlo como víctima de un “ajuste de cuentas” entre senderistas.

Las confesiones del suboficial EP (r ) Fabio Urquizo Ayma , el autodenominado “agente Carrión”, puso al descubierto la persecución y asesinato al periodista, Luis Morales Ortega, por medio de un destacamento de inteligencia militar G-2.

El noveno mártir

En un informe titulado “El noveno mártir de Uchuraccay”, el diario La República publicó algunos fragmentos del libro que escribió el destacado periodista e historiador, Juan Gargurevich, sobre este aspecto desconocido de las investigaciones y que, a continuación, reproducimos textualmente:

Luis Morales era el corresponsal en Ayacucho del Diario de Marka, aquella grande y fallida experiencia en que la izquierda trató de unirse para editar un diario. Lo mejor del periodismo de esa tendencia estaba allí representando a UDP, Patria Roja, VR, Trinchera Roja, PCP, PSR, MIR, PSR-ML, junto a muchos independientes como José María Salcedo, quien era el director cuando el terrible suceso.

No sabemos si Morales pertenecía a uno de esos grupos. De estatura mediana, bigotes espesos, siempre vestía informalmente y era fácil de reconocer por su infaltable viejo sombrero casi sin formas y su gastada chaqueta de cuero.

Parecía más un personaje de película mexicana que un comerciante ayacuchano con vocación de periodista. Tenía sobre otros periodistas–incluyendo los que salieron a cubrir las nuevas de Uchuraccay y nunca regresaron– la ventaja de tener muchos amigos, vecinos, parientes y de hablar el quechua de la región a la perfección.

"... ya regresarán"

El drama del 26 de enero del 83 lo sorprendió en Lima.

Tras regresar inmediatamente a Ayacucho, el día 28 logró hablar con el jefe militar, el general Clemente Noel, para exigirle un helicóptero y buscar a los periodistas que a esas horas solo eran todavía "desaparecidos", aunque el general ya sabía que habían sido asesinados.

“No pues hijito, cada hora de vuelo cuesta 1,200 dólares… ya regresarán", replicó Moral. No supo qué decir cuando el periodista le recordó que el día anterior había facilitado un helicóptero a Caretas.

Accedió finalmente y el 29 partieron Morales y Salcedo hacia la comunidad, donde ya estaban dos enormes helicópteros y decenas de soldados y policías.

Los comuneros esperaban sentados, todo como una enorme coreografía.

El libreto militar

Y era verdad porque los militares habían confeccionado un libreto y vigilaban que los campesinos lo repitieran al pie de la letra. No contaban con la agresividad del colega Morales y su buen quechua, que le permitieron descubrir en los primeros diálogos que eso era una farsa.

Siete de los de los ocho periodistas que encontraron la muerte en Uchuraccay, hacen un alto en el camino para tomarse una de sus últimas fotos. De izquierda a derecha, Jorge Sedano, Amador García, Luis Mendívil, Félix Gavilano, Pedro Sánchez, Willy Retto y Eduardo de la Piniella. La vista debió ser tomada por Octavio Infante quien no aparece.

Con grabadora en mano entrevistó a un grupo de comuneros que extrañamente coincidían en afirmar que los periodistas llevaban una bandera roja. "Tenían bandera roja dentro de una maleta" dijo uno y otro añadió "con bandera roja y símbolo de Rusia".

Jamás un campesino de aquellos, analfabetos la mayoría, habría sabido reconocer el "símbolo de Rusia" pero el agresivo coronel "Sinchi" que acompañaba a Morales hacía señas, reclamaba menos preguntas.

Pese a ello, el periodista hizo que Olimpio Gavilán, Saturnino Ayala, Teodosio Soto, Mariano Figerba, Marcia Gálvez y otros contaran su versión del suceso, de cómo mataron y enterraron a los periodistas.

En los años que siguieron los actores del drama fueron sistemáticamente asesinados. Todos aquellos campesinos que vimos en las fotos del desentierro han muerto violentamente. Incluyamos a Luis Morales Ortega.

Lo sustantivo de la sentencia del Tribunal Especial que trató el caso, fue que tanto el fiscal como los vocales Serpa, Tineo y Oré, señalaron a las Fuerzas Armadas como instigadoras del bárbaro crimen y pidieron que se juzgue al general Clemente Noel por infracciones graves e intencionales, pues ordenó que se instigara a los campesinos al asesinato.

El “enemigo principal”

El general Noel señaló a Luis Morales como su enemigo principal. Algunos colegas todavía recuerdan que, cuando se probó que la tesis de la bandera roja "de Rusia" era falsa por ridícula, Noel contraatacó denunciando ante la justicia... ¡a Morales! por ser responsable, dijo, de organizar el viaje y en consecuencia, de la muerte de los colegas.

Lo cierto es que no había pasado una semana del crimen cuando ya Lucho Morales sabía lo ocurrido y agregaba que era posible que algunos uniformados hubieran estado presentes en la masacre. Casi exactamente lo que dijo años más tarde la sentencia del Tribunal.

La consigna militar fue desde entonces "hay que silenciar a Morales", iniciándose una campaña de amenazas directas, incluso en público.

Por eso el Diario de Marka escribió en febrero de 1983: "Hay quien quiere silenciar, incluso con el asesinato, a quien quiere contribuir, acaso en mayor medida que nadie, a esclarecer quién guió las manos asesinas de los comuneros de Uchuraccay". (El Diario. 2.2.1983. p. 3).

Cuando el periódico de izquierda cerró, Morales siguió colaborando con el periodismo e incluso fue elegido Decano del Colegio de Periodistas de Ayacucho, lo que quizá pospuso su ejecución.

Las amenazas arreciaron y no tuvo más remedio que viajar a Lima con su familia, esposa y cuatro hijos y, recién en 1990, cuando Fujimori llegó al poder, consideró que las condiciones habían cambiado, que Ayacucho era seguro, pues ¿cómo podía imaginar que no lo habían perdonado y que estaba en la lista de ejecuciones del flamante Grupo Colina?

Lo encontramos una tarde en el Café Olé, en San Isidro, adonde llegó con el mismo sombrero más chancado que nunca, al igual que su chaquetita. Casi no conversamos pues estaba apurado, pero alcanzó a contar que regresaba a su tierra.

Regreso a Ayacucho

Ya reinstalado en Ayacucho, la noche del 12 de julio de 1991 se reunió con un grupo de colegas para comentar la muerte de tres ingenieros japoneses en el Centro de Capacitación Hortícola de Huaral. Tenía además tareas gremiales que atender, pues era Director de Asuntos Profesionales del Colegio de Periodistas.
Se retiró temprano a su casa de la calle Las Máscaras, cerca de la comisaría. Quería ser puntual en una cita a las 9 de la mañana.

Aquella mañana del 13 de julio de 1991, Lucho Morales cerró despacio la puerta de su casa y caminó hacia la Plaza de Armas por el jirón San Martín. Su destino era la oficina del Proyecto Especial Sierra Centro Sur, al que hacía las relaciones públicas.

Cuando faltaba poco más de una cuadra para llegar se percató de la presencia de dos hombres jóvenes, fuertes, que se dirigían hacia él. Debió darse cuenta entonces de que su fin estaba cerca.

De tres balazos

Acorralado, Morales atinó a golpear la puerta de una casa pero nadie abrió, recordó que una sobrina vivía enfrente y comenzó a llamarla a gritos, corriendo y atravesando la calle con desesperación, pero no pudo ganar el paso a los asesinos. Uno de ellos se acercó y le disparó tres balazos a la espalda, y cuando el periodista cayó, el otro se acercó y lo remató con dos tiros a la cabeza. Quedó muerto en medio de la calle.

Pobre señora Celestina Huallanca, profesora del Colegio Cáceres, que tuvo la infinita mala suerte de ver cómo mataban a Lucho Morales. Porque a los cinco días escasos, ella, su esposo Francisco Solier, su hijo Waldyn de 14 años y su sobrino José, fueron igualmente asesinados a tiros en su propia casa.

¿Cómo han sido conocidos los detalles de la ejecución de Morales? En octubre del 2001, la Policía detuvo al suboficial en retiro Fabio Javier Urquizo, acusado de participar en la voladura del Canal 13 de Puno y de ser miembro además del siniestro Grupo Colina, creación de Montesinos y Fujimori. Urquizo, un asesino despiadado, llevaba un diario que la Policía encontró. Y allí se detallaba una serie de "operativos" siendo el primero el de Luis Morales.

Todo fue decidido y planificado por oficiales superiores en Lima; ellos fueron solo sicarios, ejecutores. En las páginas del diario desfilan el "Capitán Salinas", "Arturo" y "Arellano", "Chato Salvador", "Aparcana", el propio Urquizo, "Carrión", etc. Ahí está cómo se hizo el "reglaje", cómo lo mataron, y luego ultimaron a la familia Solier, etc.

La muerte de Morales recibió poca atención de la prensa y el caso de la familia Solier, menos. No tardó la Policía en achacar las muertes a los subversivos y los esfuerzos por lograr justicia cayeron en saco roto.

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